lunes, 25 de enero de 2010
sábado, 23 de enero de 2010
Verso de cuna
Ya estoy preparando tu lecho,
de catre mis brazos tallados.
¡Ay de mí! Cuando te ame en mi pecho
y te ciña a mi canto.
¡Cuánto ansío silbarte al oído!
Coser hilo de fuego entre mi pelo y tu llanto.
Y así contemplarte sereno en mi regazo.
Eres no nato, yo huérfana de manto.
Ora siento el olor de tu piel al desnudo,
mi sangre que corre y ríe en tu aliento.
Acabóse el gozo, sopló la fatiga;
lágrimas de hambre y sed en mi anhelo.
¿Cuánto más esperaré tu llegada?
Veintitrés primaveras he querido, ávida
arroparte en mis latidos,
saciarte lo oscuro; pan y agua.
Me quedaré sentada junto a tu cuna
cantando nanas; aunque hoy existas sólo en mi sueño.
El día que a mí llegues, criatura,
serás poesía en mi seno.
de catre mis brazos tallados.
¡Ay de mí! Cuando te ame en mi pecho
y te ciña a mi canto.
¡Cuánto ansío silbarte al oído!
Coser hilo de fuego entre mi pelo y tu llanto.
Y así contemplarte sereno en mi regazo.
Eres no nato, yo huérfana de manto.
Ora siento el olor de tu piel al desnudo,
mi sangre que corre y ríe en tu aliento.
Acabóse el gozo, sopló la fatiga;
lágrimas de hambre y sed en mi anhelo.
¿Cuánto más esperaré tu llegada?
Veintitrés primaveras he querido, ávida
arroparte en mis latidos,
saciarte lo oscuro; pan y agua.
Me quedaré sentada junto a tu cuna
cantando nanas; aunque hoy existas sólo en mi sueño.
El día que a mí llegues, criatura,
serás poesía en mi seno.
viernes, 22 de enero de 2010
Recuerdo ...
Porque hoy no tengo ganas ni de acercarme a tu nombre. Barrí la sentencia de muerte que me diste hace tiempo. Aunque he de decirte que miento por las noches antes de irme a acostar: duermo con un ojo abierto por si me vienes a buscar. Por si acaso, he guardado los retazos de los momentos que aún me quedan en la razón. En la locura siempre ha permanecido tu amor. En la boca el rencor. La vida sigue su camino y yo sigo quedándome atrás, como testigo de desgracia ajena. Y aún así insiste en doler como propia. Pensaba que era compasiva. Entonces la vida, en su paso trajinado, me contaba de la paciencia que hay que tener con el dolor. Dolor, que duele hasta en el aire. Hasta en las cuentas de la luz, el gas y el agua. Que se mete en los oscuros de mi habitación, cuando me preparo para soñar contigo y se cuela en mi ojo derecho. Ese mismo ojo que por si acaso dejo abierto. Duele el ojo y se cansa. Se cierra hasta no poder allegarme a ti ni en sueños. Por eso, hoy no tengo ganas de acercarme ni a tu nombre, ni siquiera en mis descansos; no vaya a ser que me duelan también.
lunes, 18 de enero de 2010
Para la votación del día anterior ...
Me pregunto si la Concertación sabe que la píldora del día después no sirve para aliviar el dolor de cabeza que arrastra desde ayer.
miércoles, 13 de enero de 2010
Sed
Vagaba por el desierto tortuoso. Hacía calor y parecía invierno. Las tormentas de arena secaron mi saciedad y el viento mis lágrimas. Cesó el movimiento y la quietud de mi alma hacía eco en la inmensidad de la nada. Nada. Porque no había nada por lo que llorar, nada por qué reir, nada. Nada, nada, nada. Nadé. Seguía seca. Mi boca se agrietaba y pedía a gritos tu humedad. Se me empezó a quemar el pelo. La cara. La carne. La sangre. La calma. Los pies me arrastraban a algún paradero de muerte lenta, entre brasas solitarias.
No me quedaba ni un resquicio de ganas. Me entregué al dios sol: Ra, Helios e Inti; por si las moscas. Me arrodillé, estiré los brazos y caí de bruces sobre la sábana beige. Quedé a merced de los carroñeros que rondaban por encima de mi espalda. A veces me tapaban el sol. A veces.
Perdí toda esperanza. Me quedé dormida sobre las dunas. Y cuando empecé a soñar el paraíso volví a la realidad. Justo cuando había aceptado la muerte, te sentí en mis labios, en mi mejilla. Parpadeé como quien cambia en un segundo de la sombra a la luz. Platón me sacó de la caverna. Quería volver a mi muerte, a mi rincón oscuro. Pero el oasis en medio del desierto me arrancó la ceguera de un tirón.
Vi el agua, un par de dátiles en el suelo y el resto de mi vida en un horizonte distorsionado. Me arrastré al pozo de agua, tiré una moneda, pedí un deseo. Bebí de la copa de tu cáliz. El agua se convirtió en vino. El vino en sangre. La sangre en vida. Mi vida en tus brazos abiertos. El invierno se volvió calor, la sed en saciedad de mis labios. Y finalmente tus manos, hirviendo de Amor desahogado, volvieron a tocar mis mejillas, mataron la nada y la hicieron de todo en un salto. Apostaté de Ra, Helios e Inti. Te adoré hasta el cansancio. Llegó la luna, en su plata, en su manto dulce de asfalto. Cubriste de día mi pecho, de noche el aliento cansado. Me arropaste en tu reino de estrellas. Y me quise quedar dormida a tu lado. Entonces fue ahí mismo donde quise volver a morir, sobre las mismas dunas de rincones de desahucio. Volviste mi infierno en tu Gloria. Gloria en el frío, Gloria en lo cálido. Era la nada; ahora eterna contigo en medio de un tortuoso desierto vagado.
No me quedaba ni un resquicio de ganas. Me entregué al dios sol: Ra, Helios e Inti; por si las moscas. Me arrodillé, estiré los brazos y caí de bruces sobre la sábana beige. Quedé a merced de los carroñeros que rondaban por encima de mi espalda. A veces me tapaban el sol. A veces.
Perdí toda esperanza. Me quedé dormida sobre las dunas. Y cuando empecé a soñar el paraíso volví a la realidad. Justo cuando había aceptado la muerte, te sentí en mis labios, en mi mejilla. Parpadeé como quien cambia en un segundo de la sombra a la luz. Platón me sacó de la caverna. Quería volver a mi muerte, a mi rincón oscuro. Pero el oasis en medio del desierto me arrancó la ceguera de un tirón.
Vi el agua, un par de dátiles en el suelo y el resto de mi vida en un horizonte distorsionado. Me arrastré al pozo de agua, tiré una moneda, pedí un deseo. Bebí de la copa de tu cáliz. El agua se convirtió en vino. El vino en sangre. La sangre en vida. Mi vida en tus brazos abiertos. El invierno se volvió calor, la sed en saciedad de mis labios. Y finalmente tus manos, hirviendo de Amor desahogado, volvieron a tocar mis mejillas, mataron la nada y la hicieron de todo en un salto. Apostaté de Ra, Helios e Inti. Te adoré hasta el cansancio. Llegó la luna, en su plata, en su manto dulce de asfalto. Cubriste de día mi pecho, de noche el aliento cansado. Me arropaste en tu reino de estrellas. Y me quise quedar dormida a tu lado. Entonces fue ahí mismo donde quise volver a morir, sobre las mismas dunas de rincones de desahucio. Volviste mi infierno en tu Gloria. Gloria en el frío, Gloria en lo cálido. Era la nada; ahora eterna contigo en medio de un tortuoso desierto vagado.
domingo, 10 de enero de 2010
Quote
"Un día me dije a mi mismo: 'Tiene que haber alguien en este mundo que su trabajo sea usar las palabras precisas para decir las cosas de cierta manera ... para que cuando a ese alguien le lata el corazón, haga que los corazones del resto de las personas palpiten también '.
Ese día decidí convertirme en poeta."
Attilio de Giovanni
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