lunes, 30 de noviembre de 2009

Pies de barro



Me desperté en el lodo, rodeada de puercos que se revolvían entre mierda y bellotas. Ni siquiera eran jamones de jabugo. Era mediodía y el sol me quemaba la conciencia y las ganas de más juerga. Se acabó el dinero, se acabó la fama. Don nadie de los cerdos de algún reino lejano donde mi castillo era de arena y agua. Los marranos me miraban con sorna, regodeándose en la gloria de unos cuantos frutos de roble. Gruñían con miradas lascivas a mis ojos hambrientos y mi boca reseca.

Quise volver. Llevaba conmigo un montón de deudas. A cada paso sentía como mis pies, convertidos en alquitrán, se fusionaban con la carretera en medio del desierto. Pies de plomo, nunca mejor dicho. El calor matutino hizo salir de mis poros el orgullo y la vergüenza. No me quedaba nada. Tampoco dignidad. Poco me importaba. Hice una lista con todas las cosas que le diría a mi padre: retornaba a la casa para trabajar como sirviente y pagar la eternidad en no tan cómodas cuotas. Le iba a cantar mis cuarenta antes de recibir cualquier sermón.

Vislumbré la casa desde lejos. Ya caía la tarde. Me comía el naranja del cielo. Quise correr, pero no pude. Me arrastré, cabizbajo, como guerrero derrotado en el campo de batalla, con la garganta entrecortada. Entonces vi a mi Padre. Lo vi, corriendo hacia mí. Se le escapaban las lágrimas de los ojos, de la frente, de la boca y del corazón. Y con esa misma boca anegada en sed de Amor, me comió a besos, como nunca hizo. Me abrazó y me sentí fusionado entre sus brazos; ni en el útero de mi madre me sentí tan seguro. Fue entonces cuando entendí que era Padre ... y que era Madre también. En ese mismo abrazo, pude sentir los latidos de su corazón, desde donde se le escapaban las lágrimas: de alegría, de dolor, de gozo, de pasión. Y de compasión. Había estado nadando conmigo entre la caca y los chanchos y no lo quise ver.

Intenté hablarle pero no me dejó. Tenía mi lista en la cabeza, la quería vomitar y aclamar perdón. Me acalló como a un bebé en su cuna, puso sus manos sobre mis hombros, me traspasó la mirada, los pensamientos y mi lista desapareció como humo entre la niebla. Llamó a sus sirvientes para vestirme con los mejores trajes, me devolvió el anillo de herencia, me calzó con Su Misericordia. Volví a ser hijo de mi Padre. Dejé de ser lacayo de la mugre. Mi Padre me había vestido de gloria sin merecerlo y yo, pobre criatura, callada y sumisa, recibí la redención a costa de una gran fiesta, donde el mejor Cordero se sacrificó en honor a mi regreso. Me comí el Cordero y me supo a eternidad en una sola cuota.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Dona tu recuerdo (por una sonrisa)

Los cassettes se rebobinaban con un boli. El tang se tomaba frío. La gaseosa en verano. Antena3 en la mañana. Club Super Tres en la tarde. Un par de boomerangs en la tienda de chuches y quizás una regaliz de palo. Los Donuts eran glaseados. Cuando los cubrieron de chocolate me alegraron el año. Los donettes se compraban para las excursiones del cole. Las natillas eran básicas los domingos, como los lazos de raso en el pelo y los vestidos con nidos en el pecho. El tió en Navidad, la palma para Pascua. Igual que los zapatos negros de charol. Un frigopié, un calipo y un helado con chicle dentro. Las castañas para otoño, mientras los árboles se iban quedando calvos. Crece la familia, se empequeñece el espacio. Para un cumpleaños pedí la colección de libros de Pesadillas ... y quedé cuatro noches levitando. Después las gemelas de Sweet Valley. Mi madre me enchufaba Enyd Blyton. Descubrí a Gloria Fuertes en un camello de camino a Belén. Me pasé a los cómics: Astérix y Obélix, Tintín, Mafalda ... y bueno, Mortadelo y Filemón, Zipi Zape y el Rompetechos. Crecí con el MSDOS. Diskette del tamaño de la palma de la mano, después era portátil; hasta que apareció el cd-rom: todo un descubrimiento. Lloré a Félix Rodríguez de la Fuente junto con todos sus animales. Nunca me atrapó Verano Azul, pero era una serie obligada. Al igual que Oliver y Benji, la abeja Maya en tele5, Alfred Kwak en la 2, Heidi y Marco en todos los canales. También algunos dibujos animados en catalán, como Conan el nen del futur o Bola de Drac Z. Empecé a encandilarme con la música gracias a Boom boom chip. Llegó la pubertad y con ella Britney Spears. Backstreet boys, sin antes haber pasado por Take That. Los veranos en los que pasabamos horas en la piscina eran la estación favorita del año ... junto al invierno y su iluminada navidad. La feria de Santa Lucía era un mundo sin explorar: estaba lleno de figurillas de belén, musgo recién cortado y plagado de narices rojas que cotilleaban al son de los villancicos. La misa del gallo era para grandes y estar en ella era un privilegio. El pesebre se hacía con plastilina.



La memoria es selectiva y cada persona capta lo que más le ha marcado. Dona tu recuerdo comentando para que millones de jóvenes de cuerpo y espíritu revivan su infancia.

Un recuerdo por una sonrisa.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Halloween de elite



-¡No me quedan dulces, niño!

En ese niño había un desprecio implícito que el niño no pudo llegar a detectar. Fue a pedir caramelos y le dieron un rechazo clasista. Y es que ser moreno, bajo y tener los ojos achinados no ayuda a recolectar dulces en Halloween en el barrio alto. Quizás el año que viene tendría que disfrazarse de Spiderman o de Power Ranger, algún vestido que tape la cara y a ser posible el acento. Porque la gente 'de bien' habla bonito. O por lo menos más bonito que la gente de población. Este año llevó su peor disfraz, un gorro chilote complementado con una basta cultura y una notable desnutrición.

Quería caramelos, muchos caramelos. Se imaginaba una mansión, por allá en San Damián, con montañas de caramelos, habitaciones de caramelos, frascos de boticario llenos de dulces y exquisitos caramelos. Se le hizo la boca agua. Quizás por eso la señora no quiso darle gomitas.

Mientras la señora retrocedía en su Honda sedán blanco, el pobre niño bajaba la calabaza de plástico, más ligera de lo que él hubiese querido. Cogió el asa con fuerza y corrió a otra casa, a tocar otro timbre que cumpliese sus expectativas.

Y lo tenía decidido. El año siguiente se disfrazaría de pituco.