sábado, 19 de diciembre de 2009

No se porqué esa noche pelechaba tanto sabor a ti. Tenía un aire a olvido y por debajo de las mangas de la chaqueta de lino se me colaban tus recuerdos, mezclados con el sonido de las noches de verano, frescas. Sentí el mundo en mis hombros. Sentí tu espalda y tu columna clavada en mis huesos. Te atornillabas en mi piel recorriendo como tinta cada una de mis venas. Te quise arrancar de mi vida pero el azabache de tu culpa se metía por los huecos sordos de mis escritos. Entonces te quise fuera de mi musa. Y ella moría lentamente, suplicando clemencia y perdón. Quizás no era tu culpa ... sino mi pena. Y desde la pena te quise olvidar, dejando en todos los sollozos mi más sincero adiós. Pero las lágrimas que derramé en el mar, en el cielo y en la tierra volvían a mi en aromas húmedos de otoño, gélidos de invierno, alérgicos de primavera y frescos de verano. Entonces entendí que eras parte de mí y que era imposible desheredarme de tu presencia.
Y al no poder deshacerme de tí sin morir, he preferido verter esta tinta, con la que lees estas oraciones, de las venas que has poseído desde que recuerdo. He preferido desatornillarte de mi piel con un muerto.

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