Aún no ha salido el sol. El sonido del despertador (de mierda) penetra en la cabeza de Buenaventura. Lo apaga con la palma de la mano, sin mirar, de memoria, como si lo hubiese estado practicando toda la vida. Se sienta al borde de la cama, la pequeña ironía de todos los días: al borde de la vida. Hace (un) frío (de mierda), sus 60 escuálidos kilos de calor humano y frío temperamental apenas sirven para llenar las ventanas de vaho. Ni el calor de la ducha. Hace 2 días que no paga el gas y ya se lo han cortado ... empresas (de mierda). Se viste. Desayuna. Se peina, lava los dientes y guarda la hambruna tras la tirria matinal. Se besa a sí mismo en la frente, porque ni padre ni madre ni hermanos lo acompañan. Abre la puerta principal convencidísimo de que algún día de estos se encontrará una toga negra con capucha y una hoz plantadas en el suelo: seguro la muerte ha abdicado ante su desgracia. Lengüetea los cuatro pelos que le sobran de la calvicie con una caricia que roza la femeneidad. Y sale al mundo (de mierda).
Buenaventura tiene un solo traje. Gris ceniza, el cenicero para los amigos. Trabaja en una aseguradora (de ...). Entra a las 8 de la mañana y escucha toda clase de historias y artimañas que la gente se inventa para no pagar, para cobrar. Problemas ... (ja!), como si él no los tuviese. Blablablablablabla (de mierda) blablablablablabla...
No tiene perros, ni gatos, ni ratones que lo acompañen. Buenaventura es un hombre solo. Solo se levanta, solo se ducha, solo se peina, solo desayuna, solo guarda la hambruna tras la tirria de la mañana, solo oye artimañas, nunca escucha, solo se va del trabajo, solo se devuelve, solo se lava la ropa, solo cena. Es el patrón de la nada, el santo de los inexistentes, el defensor de lo perdido. El pusilánime de la vida asqueada y maloliente, fétidamente rencorosa y desdeñada. Y antes de irse a la cama, el rey (de mierda) corona su jornada haciendo valer su título, sentándose en su blanco trono de loza blanca, y lo mancha literalmente de mierda y de toda la ceniza que sale de él.
Buenaventura tiene un solo traje. Gris ceniza, el cenicero para los amigos. Trabaja en una aseguradora (de ...). Entra a las 8 de la mañana y escucha toda clase de historias y artimañas que la gente se inventa para no pagar, para cobrar. Problemas ... (ja!), como si él no los tuviese. Blablablablablabla (de mierda) blablablablablabla...
No tiene perros, ni gatos, ni ratones que lo acompañen. Buenaventura es un hombre solo. Solo se levanta, solo se ducha, solo se peina, solo desayuna, solo guarda la hambruna tras la tirria de la mañana, solo oye artimañas, nunca escucha, solo se va del trabajo, solo se devuelve, solo se lava la ropa, solo cena. Es el patrón de la nada, el santo de los inexistentes, el defensor de lo perdido. El pusilánime de la vida asqueada y maloliente, fétidamente rencorosa y desdeñada. Y antes de irse a la cama, el rey (de mierda) corona su jornada haciendo valer su título, sentándose en su blanco trono de loza blanca, y lo mancha literalmente de mierda y de toda la ceniza que sale de él.