Las calles permanecen vacías, quietas. Entre las sombras de la noche, hay dos cuerpos entrelazados: uno de ellos erguido, el otro se le abraza coqueto. No hay más luz que la de la luna y unos cuantos faroles antiguos que iluminan los adoquines irregulares de Toledo. Pasa la tuna en Santiago, pero en ese momento canta memorias al son de la corriente del río Tajo. El casco antiguo deslumbra el resto de la ciudad con sus reliquias y castillos de antaño, esos en los que alguna vez se tomaron grandes decisiones, donde se reinaron grandes reinos, donde se vivieron grandes romances. Y la historia se vuelve a repetir: dos grandes reyes, dueños de dos grandes corazones, impregnan las callejuelas de aromas inexistentes y reparten por doquier sueños y proyectos que más adelante habrán de recoger a su paso, quizás apurado, quizás monótono ... pero ahora es el minuto de vivir el presente. Los ruidos acallan para escuchar el murmullo de un sonrojo, de una sonrisa, de una entrega. Una de las bocas se abre y lentamente le susurra al oído: "¿Has sentido lo mismo?". La otra calla, porque hace tiempo que siente y espera ...