viernes, 22 de enero de 2010

Recuerdo ...

Porque hoy no tengo ganas ni de acercarme a tu nombre. Barrí la sentencia de muerte que me diste hace tiempo. Aunque he de decirte que miento por las noches antes de irme a acostar: duermo con un ojo abierto por si me vienes a buscar. Por si acaso, he guardado los retazos de los momentos que aún me quedan en la razón. En la locura siempre ha permanecido tu amor. En la boca el rencor. La vida sigue su camino y yo sigo quedándome atrás, como testigo de desgracia ajena. Y aún así insiste en doler como propia. Pensaba que era compasiva. Entonces la vida, en su paso trajinado, me contaba de la paciencia que hay que tener con el dolor. Dolor, que duele hasta en el aire. Hasta en las cuentas de la luz, el gas y el agua. Que se mete en los oscuros de mi habitación, cuando me preparo para soñar contigo y se cuela en mi ojo derecho. Ese mismo ojo que por si acaso dejo abierto. Duele el ojo y se cansa. Se cierra hasta no poder allegarme a ti ni en sueños. Por eso, hoy no tengo ganas de acercarme ni a tu nombre, ni siquiera en mis descansos; no vaya a ser que me duelan también.

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